De Cuba no sabía mucho más de lo que todo el mundo sabe. Algo sabía acerca de la Revolución (ahora sé que no sabía nada), pero como boliviano me era más familiar el Ché Guevara y la guerrilla en Bolivia que Fidel Castro y el 59. Conocía el tema del bloqueo económico de EEUU a la isla, pero estaba lejos de comprender las verdaderas consecuencias de aquella desalmada medida. Por otro lado, muchos conocidos que habían viajado antes a la isla me habían contado sus experiencias, pero sus historias eran tan disímiles como difíciles de creer, por lo que pensé que a Cuba sólo se la puede descubrir por uno mismo. Y es que la realidad y la historia cubana son tan peculiares como controversiales: por un lado está el acceso general a la educación y a la salud- de nivel globalmente reconocidos-, los deportes, la alegre idiosincrasia del cubano y la potente riqueza cultural, representada en gran medida por la música (son, rumba, salsa, trova y sus fusiones con el jazz o el hip hop, por mencionar algunos), pero por otro lado están la censura, el hambre heredado del período especial, el tema de los derechos humanos... y Silvio Rodríguez.
Lo único con lo que estaba verdaderamente familiarizado era con la música cubana. Hace algunos buenos años conocí la música de Chucho Valdéz e Irakere. De ahí fui derivando a la música de Paquito d' Rivera, Arturo Sandoval y algo de Leo Brower. De alguna manera llegué a Mario Bauzá, Gonzalo Rubalcaba y Poncho Sanchez. Todos ellos son cultivadores- sino inventores, como en el caso de Chucho Valdéz- del Latin Jazz.
Los nombres de la Salsa Cubana los conocí en Santa Cruz de la Sierra. Los dos años que viví en esa ciudad los pasé sandungueando en el Manizero, el mejor salsódromo en el que he estado. Pertenecía a una pareja formada por un inmigrante negro cubano y una cruceña. El ambiente ligeramente iluminado del lugar, junto con la docena de ventiladores- distribuidos por todos lados y haciéndole frente al caluroso clima del oriente boliviano- le daban tremenda onda al fascinante lugar. Imposible que la buena salsa cubana no te invadiera por todos lados: si uno no sudaba bailando al son de la Charanga Habanera, Bamboleo o Carlos Manuel y su Clan, podía pedirse un mojito y sentarse en una de las mesas para fascinarse con los magistrales pasos de baile de la concurrencia, formada tanto por los experimentados inmigrantes de la isla como por locales. Era fácil salir de ahi a las 6 o 7 de la mañana.
De la literatura sabía poco. Hace tiempo me atrajo Lezama Lima y alguna vez había disfrutado la rítmica poesía de Nicolás Guillén, pero de escritores contemporáneos nada. O casi nada. Semanas antes del viaje, al saber que me iba, un buen amigo me prestó un libro de relatos de Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía Sucia de la Habana. Ahora que ya me recorrí la isla y estoy de nuevo en sud América creo que no podía haber mejor descripción de las vivencias cubanas (o más bien habaneras) que las presentes en las letras de Gutiérrez; tanto así que en alguna librería de Cuba me comentaron que el escritor estaba censurado en la isla. Esos relatos, escritos en 1998, describen, aunque con mucho humor, los duros años de hambre y escaces del período especial; de paso, sirven como una buena introducción a los modismos del hablar del cubano actual. El mundo de las jineteras, el tráfico de alimentos prohibidos (langostas por ejemplo) y las muchas otras maneras con las que el cubano se las ingenia para acceder al peso convertible en el submundo habanero, son muy bien retratados en el libro.
Cuba hay que descubrirlo por uno mismo, ya lo comprobé. Ahora sé que sus problemas y controversias van más allá del sistema económico o político que han adoptado los revolucionarios, y el tema es tan complejo que creo que se debe tener mucho cuidado al observar la realidad cuando se está por allá: cuando la cosa es tan controvertida y candente, es fácil que las personas veamos sólo lo que queremos ver, mandados en la mayoría de los casos por nuestros prejuicios ideológicos y tendencias políticas, sean cual sean éstas. Es por eso que siento que mis vivencias allá fueron especialmente intensas, porque me exigieron realizar constantes ejercicios mentales y plantearme diversidad de cosas. Todo al ritmo de un buen son, porque allá la música lo impregna todo.
De la literatura sabía poco. Hace tiempo me atrajo Lezama Lima y alguna vez había disfrutado la rítmica poesía de Nicolás Guillén, pero de escritores contemporáneos nada. O casi nada. Semanas antes del viaje, al saber que me iba, un buen amigo me prestó un libro de relatos de Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía Sucia de la Habana. Ahora que ya me recorrí la isla y estoy de nuevo en sud América creo que no podía haber mejor descripción de las vivencias cubanas (o más bien habaneras) que las presentes en las letras de Gutiérrez; tanto así que en alguna librería de Cuba me comentaron que el escritor estaba censurado en la isla. Esos relatos, escritos en 1998, describen, aunque con mucho humor, los duros años de hambre y escaces del período especial; de paso, sirven como una buena introducción a los modismos del hablar del cubano actual. El mundo de las jineteras, el tráfico de alimentos prohibidos (langostas por ejemplo) y las muchas otras maneras con las que el cubano se las ingenia para acceder al peso convertible en el submundo habanero, son muy bien retratados en el libro.
Cuba hay que descubrirlo por uno mismo, ya lo comprobé. Ahora sé que sus problemas y controversias van más allá del sistema económico o político que han adoptado los revolucionarios, y el tema es tan complejo que creo que se debe tener mucho cuidado al observar la realidad cuando se está por allá: cuando la cosa es tan controvertida y candente, es fácil que las personas veamos sólo lo que queremos ver, mandados en la mayoría de los casos por nuestros prejuicios ideológicos y tendencias políticas, sean cual sean éstas. Es por eso que siento que mis vivencias allá fueron especialmente intensas, porque me exigieron realizar constantes ejercicios mentales y plantearme diversidad de cosas. Todo al ritmo de un buen son, porque allá la música lo impregna todo.