martes, 6 de abril de 2010

"Aquí pasas hambre y te hundes en la miseria. Pero la gente es otra cosa. Como esa mulata." (P. J. Gutiérrez)

Unas dos o tres horas después de dejar el cosmopolita aeropuerto de Panamá llegamos a La Habana. Doce horas atrás habíamos dejado el aeropuerto "terremoteado" chileno: No dejaba de ser interesante el hecho de dejar Chile, el alumno más aplicado del capitalismo occidental, para llegar a Cuba, el heredero huérfano del comunismo soviético. Fue fácil darse cuenta, en la capital cubana, de que no estábamos en la época de lluvias, el ambiente a la salida del aeropuerto José Martí era bastante seco y el calor no sofocaba. Algunos ya sentíamos las consecuencias del aire modificado del aeropuerto de Panamá y tosíamos- los panameños se habían quedado con la mala costumbre gringa del aire acondicionado desmedido. El plan era trasladarnos inmediatamente a un pueblito llamado Caibarién, cercano a Santa Clara, ésta última ciudad en la que el Ché había vencido a las tropas de Batista y donde ahora reposan sus restos. Como los viajeros éramos 5, contratamos un furgón en una empresa de transporte, y mientras esperábamos al chofer que nos llevaría a la Provincia Villa Clara, intercambiamos algunas palabras con la funcionaria de la empresa. Le comentamos nuestro plan de viaje, que abarcaría además las ciudades de Trinidad y Cienfuegos. Nos comentó que sabía de la belleza de esas ciudades, pero que nunca había podido visitarlas. "Hoy en día a los cubanos nos es muy difícil viajar al interior; con el turismo se nos hace excesivamente caro" dijo.

En el aeropuerto habíamos cambiado nuestros Euros por los Pesos convertibles, CUC. Además de esa moneda, en Cuba existe otra llamada CUP o Moneda Nacional. Se supone que una es manejada por los turistas y la otra por los cubanos, en todo caso tardé en entender bien el porqué de la existencia de ambas; la cosa va más o menos así: después de la disolución de la Unión Soviética Cuba había dejado de recibir los millonarios bonos de ese país, por lo que tuvo que abrir su cerrada economía socialista a otras divisas como el dólar, para de ésa manera captar riqueza de recursos como el turismo ("un mal necesario", según recuerdo había dicho Fidel hace años). De esa manera el dólar había circulado libremente en la isla desde mediados de los años 90 hasta el 2004, año en el que se lo prohibió y sustituyó por el CUC. Con la CUP los cubanos pueden acceder a productos a muy bajo precio, como vegetales o transporte público, pero les es imposible realizar compras más "sofisticadas", a las que sólo se puede acceder con CUC. 1 CUC equivale a 25 CUP. Ésas son las razones por las que los cubanos procuran ganar en CUC (o dólares, como le llaman allá) y consecuencias de ello son, entre otras cosas, las llamadas "jineteras", jovencitas que se prostituyen para recibir los CUC de los turistas. La entrada del dólar conllevó también una rigurosidad mayor en las regulaciones económicas, con el motivo de evitar que la divisa provocara diferencias en el poder adquisitivo de la población.

La cosa es que gasté mi primer CUC en una fría cerveza Bucanero cuando el furgón hizo una pequeña parada en una gasolinera. A parte de esa, la cerveza más común es una llamada Cristal, de idéntico sabor pero menor grado alcohólico. No hay mucho que decir sobre ellas; pertenecen a la misma empresa y ambas son un ejemplo más de la típica cerveza industrial de sabor poco relevante que abunda en el mundo. Aunque podrían también ser malas, y no es el caso. Lo interesante al respecto es que en vez de utilizar arroz como adjunto cervecero, como hacen las industrias en Chile, Bolivia y el resto del mundo, utilizan azúcar, producto emblemático del país. Más tarde probaría otras cervezas de menor tiraje, incluso una artesanal. El dato de la existencia de ésta última me lo pasó el hijo del chofer del furgón, que acompañaba al padre para ayudarlo en las 10 horas que significaba ir y volver de la capital a Caibarién. La novia del muchacho también se había sumado al viaje.

Y he aquí el tema que me atañe: las muchachas que me acompañaban en el viaje no dejaron de comentar la apariencia del joven chofer, empezando por hacer la clásica observación distractora sobre los ojos del susodicho, para terminar emitiendo juicios más concisos sobre lo en realidad les importa: la retaguardia. En cuanto a su pareja, era una linda mulata que dejaba sobresalir dos detalles dignos de ser comentados. Pero no!, viajar con el equipo de fútbol de mi chica implicaba sacrificios, y uno de los más sufridos era el mutismo autoimpuesto en temas relacionados al sexo opuesto. Carajo!, incluso una de las viajeras, no sé si haciendo justicia o con intensiones maquiavélicas, hizo un comentario acerca de la mulata, como dándome el pié para comentar algo: No pude más que hacer un comentario vacío al respecto, cuidadosamente ambiguo y despersonalizado (cuando lo que necesitaba era un partner con el que pudiera ser mas objetivo!). Pero ellas, rienda suelta a las odas de retaguardia.

Algunos días después, de vuelta en la Habana, volvería a experimentar algo similar. Fuimos mi chica y yo al famoso Club de Jazz La Zorra y el Cuervo. Se presentaba un tipo llamado Lázaro Valdéz y su banda. Del tipo no sabía nada, pero su apellido está muy ligado a la música cubana. La cosa es que la bajista del señor era una tremenda mulata, exótica por todos lados y vestida con un atinado escote. Una vez más mi chica me comentaría al respecto y yo tendría que responder las mismas vaguedades que en la primera oportunidad, cuando en realidad me quemaba por comentar aquéllas notas del bajo extendiéndose por el cuerpo de tremenda mujer, que hacían vibrar sus curvas en grave frecuencia. Grave.

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